Prensa

REVISTA MUSICAL CATALANA

LA INESPERADA JOYA DEL KAMMART ENSEMBLE

8 DE JUNIO DE 2014.

Por Mila Rodríguez Medina

Domingo de puente previo a la Segunda Pascua. Primeros calores de un verano que llega. Una avenida de la Diagonal prácticamente vacía a las 7 de la tarde. Y en el Auditorio AXA de L’illa Diagonal poco más de 50 personas dispuestas a escuchar el primer concierto del Kammart Ensemble en Barcelona. La historia de este ensemble es bien sencilla, pero no por esto menos valiosa. Con sede en Tarragona, esta formación fue creada el 2011 con una intención clara: interpretar la Kammersymphonie, op. 9 de Arnold Schönberg. Aquello dio pie a la confección de un programa que ahora interpretaban en Barcelona, dedicado al inicio del nuevo lenguatge armónico del siglo XX, el cual entonces se tradujo en una pequeña gira de conciertos y una grabación. Un propósito bastante ambicioso delante de una obra de una clara dificultad, antecedente inmediato de la atonalidad pura iniciada por Schönberg. Es una sorpresa poder verla interpretada y mucho más si se trata de un conjunto de músicos que la tienen como propósito originario.

Es habitual leer en los programas de mano y descripciones de formaciones musicales cosas como “los mejores músicos del pais” o “el alto nivel de sus intérpretes”.  El hecho sorprendente de este Kammart Ensemble es que es absolutamente cierto: la formación cuenta con los solistas de la OBC, la Orquestra del Gran Teatre del Liceu, la Orquesta Nacional de España o la Orquestra del Palau de les Arts y colaboradores en importantes formaciones de ciudades europeas como Munich, Viena o Leipzig. En una formación de cámara de quince músicos.  El resultado? Un ensemble y un concierto de primerísimo nivel. Sin lugar a dudas.

Este programa de postromanticismo en pequeño formato comenzó con el gran discípulo de Schönberg, Alban Berg, y su Sonata op. 1, compuesta precisamente como final de sus estudios el 1907 y que aquí se presentaba en un arreglo hecho expresamente para esta formación de quince músicos por su director, Àlex Sansó, principal impulsor del proyecto. Un arreglo muy correcto que incluso, al comenzar la interpretación, hacía difícil de creer que la instrumentación original fuese solamente para piano. Gran trabajo en esta obra de los bajos, tanto en la sección de metales como en violonchelo y contrabajo, los cuales supieron marcar su espacio y color. Este terreno quedó eclipsado con la llegada de la obra siguiente, el Siegfried Idyll de Wagner en su versión para cámara, una de las obras más culpidoras de este repertorio del romanticisme que abría nuevas puertas a lo que se quería homenajear en el concierto. Interpretándola, la sección de cuerda del ensemble funcionó como un auténtico quinteto de cuerda dentro de la formación global: un primer violín excepcional, Raúl García, batallando en calidad con el violonchelo de Oriol Aymat, al mismo tiempo que violín segundo y viola se comunicaban en gran coordinación y el contrabajo hacía su actuación casi invisible pero vital.

La parte fuerte del concierto era, obviamente, la Kammersymphonie. La partitura es una de aquellas obras de cámara de una dimensión que tiene poco a envidiar a los grandes repertorios de orquesta y así sonó el Kammart Ensemble. Los forte del tutti fueron excelentes y la sección de vient madera funcionó como si se tratase de una orquesta simfónica. Los aplausos fueron largos, sorprendidos, o tal vez no tanto, pero los asistentes todavía no terminamos de entender como aquello fue tan pequeño siendo tan ambiciso.

TARRACO’S CULTURE CLUB

FESTIVAL INTERNACIONAL DE GUITARRA

Jornada de Clausura – Auditori de L’Hospitalet de L’Infant, Tarragona

Carles Trepat y Anabel Alonso, guitarras – Orquestra Kammart – Alex Sansó, dirección.

29 DE JULIO DE 2018.

Por Luís Suárez

Dos guitarristas de concepción artística interpretativa bien diferente y dos obras concertantes en las mismas condiciones, una compuesta por el mismo Trepat para el aniversario de E. Granados y otra, la más popular de su género jamás escrita. Todo ello bajo un ensemble dinámico y bien dirigido por su fundador A. Sansó.

Escrita en un modo estrictamente tonal, “Homenaje a Granados (Fantasía Catalana)”, compuesta por el virtuoso consagrado de la guitarra, Carles Trepat (e interpretada por él mismo) tiene una inspiración absolutamente folklórica catalana, basada en temas populares armonizados de manera magistral y ensamblados en un conjunto global que mantiene, en todo momento, el mismo tono evocador e interpretativo basado en la calma contemplativa y ligeras variaciones contrastantes. La orquestación está perfectamente planificada para que en ningún momento llegue a pisar al solista. Bajo un comienzo atmosférico, en el que el temático tema en octavas incluye intervalos típicamente catalanes, es tratado con brillantez y seguridad por los intérpretes. De temas expuestos por la guitarra en cada movimiento, se pasa a reexposiciones orquestales expresados con suma delicadeza. Frases realmente emotivas de gran belleza con una riqueza y diversidad de posibilidades concertísticas bajo las manos de un solista de poderosos medios técnicos acompañadas de un personal encanto de una veta lírica sublime. Sonoridad aterciopelada y embriagadora a lo largo de toda la obra entre las manos de un verdadero trovador con el acompañamiento de una dirección poética perfecta.

El “Concierto de Aranjuez” fue el primer intento de Joaquín Rodrigo en el género del concierto; rápidamente se convirtió, y posteriormente se ha mantenido, en la más popular y reconocible de sus obras. Escrito para guitarra solista y orquesta, revela la gran afinidad del compositor por esos dos médiums, así como su reverencia por las antiguas tradiciones de la música clásica española. Fue compuesto después del regreso de Rodrigo a Madrid desde Francia (huyó de la agitación de la Guerra Civil Española) en 1939, y se estrenó en Barcelona por Regino Sainz de la Maza con gran éxito en 1940. De nuevo nos encontramos con referencias abiertas a la música folclórica española y la disposición lírica directa. Anabel Montesinos da una versión apasionada y notable, con acercamientos a la versión de Paco de Lucía en rasgueos y acentuaciones propias que nos hacen recordar a tan insigne virtuoso, fallecido prematuramente (por desgracia). Lo que más destaca en la planificación orquestal en consonancia con la guitarra solista es la forma en que Rodrigo logró casar la voz relativamente pequeña del solista solista con la de la orquesta completa. La ejecución fue extremadamente idiomática, y uno deja de escuchar el trabajo con la impresión de que escribir para los dos juntos era bastante natural para la época; la guitarra nunca parece superada o fuera de su elemento. La dirección de Sansó es simple, clara y, sin embargo, interesante: a veces crea un diálogo entre solista y conjunto, y Montesinos, en otros, logra convertirlos en una guitarra gigante, un efecto extremadamente imaginativo y exitoso. La escritura de Rodrigo para crear colores distintivos combinando la guitarra con otros instrumentos solistas, como el fagot, el oboe, las cuerdas o el corno inglés fueron ampliamente superadas con gran éxito por los integrantes de la orquesta.

La ejecución del célebre Adagio fue muy personal y acertadamente apasionada por parte de Montesinos. Leyendo perfectamente la historia de tragedia, dolor y superación que tras su partitura éste envuelve, el estado de ánimo se vuelve melancólico ya que la solista acompaña a un solo de corno inglés con acordes simples. La guitarra eventualmente toma este tema contra un fondo orquestal urgente, llegando tras la cadencia a un final optimista y vencedor. Asimismo, al igual que con el movimiento de apertura, el solista presenta la idea principal del final: una melodía más bien balanceante y suave; este tema se convierte en la base de una larga “conversación” que involucra muchos instrumentos solistas diferentes, concluyendo de forma brillante y colorista.